Una excursión entretenida

Posted By santiagoelmarino on 23 Oct 2022 | 32 comments


Resulta que el otro día tuvimos que bajar mi colega, el Cargo (Maquinista que se ocupa de los equipos de carga) y un servidor a arreglar una válvula dentro un tanque de lastre. Es toda una pequeña aventura. Hay que bajar un tanque húmedo, resbaladizo de limo y completamente a oscuras. Vamos allá. Bajamos el primer tramo de escaleras y esto es lo que se ve en el primer palmejar. De ahí para abajo, oscuridad total. 25 metros hacia abajo. 10 metros por debajo de la línea de flotación.

Y a cada paso que se da, el peligro acechando… que baja uno un tramo de escala, y tiene unas preciosas groeras esperando a que se cuele el zancarrón hasta la corva. O ese ánodo de sacrificio que se ve abajo, esperando a enganchar alguna bota y que el desprevenido que la calza salga despedido con la cabeza por delante. Lo cierto es, que quienes diseñaron este buque, no se fijaron en estos pequeños pero importantísimos detalles.

Pero bueno, seguimos bajando poco a poco hasta que llegamos al fondo, aunque como ni los tanques, ni el casco en proa son paralelos a la vertical, ya que se afina para ser más hidrodinámico, nos tenemos que mover en un espacio lleno de planos inclinados. (Inclinación + superficie resbaladiza = fiesta)

Después de llegar al fondo del tanque, como sigue estando inclinado, tiene que irse uno hasta donde quiere arrastrando el culo por las cuadernas y las varengas, en este caso hasta llegar a la válvula que teníamos que arreglar. Y te encuentras con esta maravilla de la ingeniería.

Dentro de esa pequeña caja, la que está encima, la que parece el lomo de un centollo gracias a años de incrustaciones, hay un mecanismo de relojería y un potenciómetro, que es lo que hemos venido a cambiar. Y es que 25 m de columna de agua de mar y la electrónica de precisión, no se llevan muy bien.

Pero antes de llegar a abrir la caja, te topas con la realidad de que Murphy nunca duerme. Resulta que alguien se ha llevado el vaso del 8 de la caja donde traemos la llave de carraca y sus correspondientes vasos y han puesto dos del 10 para que cuando la abras, parezca completa. Y claro, el 8 es justo el que necesitas, como no podía ser menos.

La trama se complica.

Llamas por radio para que te vayan buscando uno, pero no aparece en todo el barco un vaso del 8. Esperas un minuto, dos, cinco, diez. Y luego te acuerdas de lo que te decía tu madre:

«¿A QUE VOY YO Y LO ENCUENTRO?»

© Mi señora madre

Pues hala, primero reptando penosamente hasta el costado y después 25 metros trepando para arriba. Por suerte, para cuando llego arriba después de un buen rato, ya había aparecido. Agarro el vaso del 8, y una llave plana también por si acaso, y vuelta para abajo. Porque pueden tener por seguro que si uno no lleva la llave fija también, Murphy hará que se le caiga el vaso y desaparezca en el lodo. Fijo. Vamos de nuevo para abajo, otra vez, pero ahora, como acabas de bajar y subir, lo haces con más confianza. Solo que hay un problema: La confianza es la madre del desastre y las trampas mortales siguen ahí, aguardando a un asturiano despistado. Así que hay que bajar con el doble de cuidado.

Para cuando llego, mi colega ya tiene abierta la caja, sacando los tornillos con una llave Stilson pequeñita, que nos ha librado de mil desastres a lo largo de los años. El potenciómetro ya conectado eléctricamente, y nos falta sincronizar el mecanismo de relojería de dentro.

Todo esto mientras en el recoveco donde trabajamos, que es de 1,5 x 2 metros nos llega el barro por la rodilla. Pero nada, colocamos, ajustamos, abrimos y cerramos un par de veces, y como la seda. Another successful operation. Y es que mi compañero, “ye finu como el alambre”. Pero no acaba aquí la historia de hoy, bueno del otro día. Ya que estamos dentro del tanque, vamos a cortar las dos orejas y el rabo. Tenemos que cambiar el sensor que nos indica la cantidad de agua que hay en el tanque, un presostato electrónico. Como no podía ser de otra manera, está en el otro extremo del tanque. Lo bueno es que como estamos cerca de la línea de crujía (el centro del barco, longitudinalmente), vamos pisando sobre una parte del casco plana. Lo malo es que los pasos de hombre son pequeños.

Alguien que me viera a mí, que soy de complexión más bien tirando a “hermosa”, pasando por un paso de hombre, supongo que a lo que más le recordaría es al parto de una vaca. Hay que pasar una pierna, un brazo y la cabeza primero, y luego descorchas como una botella de champán (sidra “El Gaitero” para los asturianos) por el otro lado. Total, que llegamos a donde está el sensor, que es al lado de las campanas de aspiración de ese tanque, es decir, por donde entra y sale el agua del tanque. Algún desalmado heteropatriarcal y sin perspectiva de género las llama chuponas, pero yo soy muy feminista y ecofriendly a jornada completa, así que no se me ocurriría pronunciar semejante ofensa bajo ningún concepto. ¿Ven esa cajita a la que le llega un cable? Pues ahí dentro está el sensor. La caja está para proteger al sensor de la turbulencia al llenar el tanque. Antes de ponerle las cajitas había que cambiar sensores de esos todos los meses.

Para cambiar el sensor hay que sacarle la caperuza por donde entra el cable, que va sujeta con cuatro tornillos de acero inoxidable con cabeza Allen del 3. Curiosamente, la llave del 3 no entra. No pasa nada, en previsión bajamos el juego completo. Usamos la del 2.5. Sorpresa en Las Gaunas: la del 2.5 resbala. Limpiamos bien la cabeza del tornillo. La del 3 sigue sin entrar. Acudimos a nuestro arma de destrucción masiva favorita. La mini-Stilson ataca de nuevo. ¿A estas alturas del artículo aún no se han comprado una? Snap-on PW6C. Ya me lo agradecerán el primer día que se les resista un tornillo.

Para vaciar del todo el tanque, empleamos un eductor (o eyector) que hace vacío sobre la campana y va aspirando. Como mete un ruido infernal y ya no hay agua, llamo por radio para que paren el eductor. Sorpresa de nuevo, desde esa parte del tanque, nadie nos oye. Como estamos en un doble fondo, y tenemos un montón de planchas de acero de una pulgada y 25 metros de gas natural licuado sobre nuestras cabezas, tengo que salir hacia el costado del tanque para que me oiga el vigía que tenemos en la boca del tanque. Todo esto implica volver a pasar pasos de hombre y planchas resbaladizas de nuevo. A oscuras. Chapoteando en el barro.

Que se preguntarán ustedes, si los tanques de lastre llevan agua de mar (o río) cuando van llenos, ¿de dónde sale ese desagradable y maloliente barrucio? Pues la respuesta es sencilla, si el agua que lastramos está turbia, trae partículas de lo que sea en suspensión, y a esas partículas les da tiempo durante el viaje a decantar y depositarse en el fondo del tanque o sobre las superficies horizontales de los diferentes niveles. Cuanto más turbia esté el agua, más barro se depositará en los tanques. Cuando vas a algún río de la India, por ejemplo, el agua tiene una visibilidad a través de ella menor a un centímetro. Y entonces vale más no preguntarse de dónde proceden esas simpáticas partículas en suspensión. Sólo digo que vale más nadar con la boca cerrada. Continuemos donde lo dejamos después de este breve inciso.

Logro salir poco a poco hacia el costado, esta vez me oyen. Una curiosidad de los tanques de lastre es que están compartimentados en celdas, unidos por los pasos de hombre y las groeras, como una especie de laberinto cuadriculado. Y un par de celdas más allá, hace un eco tan raro, que no entiendes lo que te están diciendo. Total, que mando que paren el eductor, me oyen y lo paran un par de minutos después. Pero, ay amigo, Murphy querido, lo paran siguiendo la secuencia incorrecta de válvulas. Aunque eso yo aún no lo sabía.

Para cuando el eductor está parado, yo me encuentro a un par de celdas en diagonal de donde está el sensor (y mi socio en esta fangosa tarea, el Cargo). De repente escucho un retumbar que no augura nada bueno, y justo a continuación, oigo una voz de ultratumba (distorsionada por las celdas): SAAAAANTIIIIIII!!! Acto seguido veo a mi compañero pasar corriendo como Ato Boldon, insigne atleta triniteño, en los juegos de la Commonwealth. Nunca había contemplado a nadie atravesar los pasos de hombre con la misma elegancia y agilidad de un atleta olímpico cuando supera las vallas en la carrera de los 110 metros.

¿Qué es lo que está pasando? Yo se lo explico a ustedes: al cerrar el eductor siguiendo una secuencia incorrecta, toda el agua que había en la línea retornó en tromba hacia la chupona, quiero decir, campana. En un par de segundos, la celda en la que estábamos trabajando, se llenó de agua hasta la altura de la cintura. Uno es de naturaleza impávida, pero el instinto de supervivencia salta en automático cuando el agua le llega de sopetón a la altura del “termómetro”. Teniendo en cuenta que esa parte del tanque tiene unos dos metros y medio de altura, mejor correr primero y preguntar después. Es eso, o bucear. La buena noticia es que sólo era el agua que contenía la línea, así que paró en unos pocos segundos, pero ante la duda, corre…

Una vez pasado el afoguín inicial y viendo que no iba a tener que poner en práctica mis dotes de nadador de piscina climatizada, volvemos a rematar la faena. Y por supuesto, no nos cagamos en la p**a madre del que cerró el eductor, porque somos resilientes, transversales, inclusivos y sostenibles, amén de especialmente respetuosos con las madres de los marinos del mundo. Esas cosas están muy feas, y cuando te las oye, llora el niño Jesús. El resto siguió sin mayor percance, cambiamos el sensor, éxito absoluto, el público aplaude enfervorecido, salimos para afuera después de cuatro horas ahí metidos dentro, y colorín colorado, así pasamos en los barcos un día cualquiera en «la oficina».

Al final, pensándolo bien, el trabajo de un Primer oficial consiste básicamente en una lucha encarnizada y desigual contra la corrosión y los equipos que deciden romperse en el momento más inoportuno. Tarea inenarrable y heroica, mas destinada a un inevitable fracaso, por muy guapo que uno sea. Así que las pequeñas victorias como ésta, hay que saborearlas, aunque sólo sea brevemente.

La siguiente foto ilustra a quien os cuenta la historia después de que le dieran el primer manguerazo. Tengan ustedes un buen día.

32 Comments

  1. Grande como siempre don Santiago

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      • La inmediatez del puñetero Twitter no nos hace pararnos a leer páginas maravillosas cómo está ,muchas gracias Santiago

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        • Bueno, mi web es un poco cutre, pero me permite poner lo que quiero como quiero, que no es poco.

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  2. Acudo raudo a la llamada. Muy interesante el artículo, y muy bien contado. Lo mejor, aprender que la llave grifa de toda la vida en realidad se llama stilson (lo de grifa la verdad, es que aparte de a mi padre no se lo he oído casi a nadie más).

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    • Lo de Stilson, no sé muy bien de donde viene. Los ingleses la llaman Pipe Wrench o llave de tubos, tuberías. También la he oído llamar llave de fontanero. La verdad que la pequeñita es muy útil para tornillos y tuercas rebeldes que se han oxidado. Y una mediana, también, para los trabajos de fontanería. De las medianas, las hay que tienen el mango de aluminio y son mucho más cómodas y ligeras, pero las mordazas siguen siendo de acero para ser resistentes.

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  3. Que si hay que hacer el comentario por aquí e en vez del Twitter se hace … que dice mi costillo que eres un flojeras 🤣

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      • El artículo está muy bien tiene aventura, intriga etc. Pero las fotos….. Tienes fotos mejores que esas 😂😂😂😂

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        • Ten en cuenta que tengo que sacar las fotos a oscuras, con una cámara mala, y las manos llenas de barro, bastante es que sale algo… 🙂

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      • Excelente y divertida descripción de un trabajo duro y complicado. 👍

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  4. Instructivo como siempre Don Santiago

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  5. Perfecta definición de un trabajo desconocido a la mayor parte de la gente

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  6. A parte de marino,se te da genial el escribir.
    Ya te veo haciendo la competencia a don Jacobo.
    Me preguntaba de dónde salía el barro ,aclarado,gracias. Da un poco de repelús,chapotear en el.
    Un abrazo desde Oviedin del Alma.
    Y sigue escribiendo

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    • Sí, vale más no pensar mucho en el barro. Sobre todo cuando al limpiar las botas aparece una pepita de manzana…

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  7. Pues igual de interesante que la vez anterior.
    Ahora a ver si nutre esta web de fotos bonicas.

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  8. En un tanque y sobre todo de lastre, con tantos palmejares y recovecos, teníais que haber bajado más personal y dejarlo en puestos intermedios con comunicación, pues una vez dentro con las vibraciones y la mala cobertura no hay quien se entienda.

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    • Sí, así lo hacemos habitualmente. Es curioso que en la proa del tanque se oyese bien y en la popa no.

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  9. Me ha dado claustrofobia sólo de leerte, Jajajaja
    Por cierto me ha encantado tu “historia”
    Buen viaje!

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  10. Muy interesante e ilustrativa por lo general no se sabe la de cosas que hace un marino, anímese y siga escribiendo.

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  11. No hago más que pensar en un buen limpiador para esos pasillos y en unos patines para recorrer esas distancias.
    Creo que la claustrofobia sería mi compañera ahí abajo.
    Un saludo.

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    • Bueno, claustrofobia tampoco, estos tanques son relativamente amplios. Incómodos para moverse en ellos, eso sí.

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  12. Hola Santiago!! Me encantan tus andanzas y tus fotos. Te sigo en Twitter. (Llevo candadito y por eso no podemos interactuar!)

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  13. Pues me parece interesantísima y divertida (desde fuera claro) su aventura, ya deje comentario en twitter pero lo dejo aquí también, muy entretenida y pedagógica.

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  14. Interesante post.
    ¿Por qué dice lo de web cutre?
    La veo sencilla para bien.
    Saludos.

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