Desde hace un tiempo tenía este libro a la espera de ser leído, tras haber leído de la misma autora «La lengua de los dioses». Es un ensayo difícil de definir pero tremendamente placentero de leer. No es un diccionario ni un ensayo sobre etimología al uso. Es, por así decirlo, un diccionario de intimidades que utiliza la etimología y la cultura griega como hilo conductor. No se me ocurre una manera mejor de describirlo.
Tiene parte de diario de experiencias personales y parte de introspección entremezclado con el estudio etimológico propiamente dicho de 99 palabras escogidas por la autora entre sus favoritas. En su íncipit ya deja clara Andrea toda una declaración de intenciones con frases como:
«Sin palabras quedamos elididos de la realidad»
«De-construir una palabra para re-construirnos como seres humanos»
«Los antiguos sabían que la vida es una obligación moral que se debe cumplir con plenitud y dignidad. Ante todo mediante las palabras empleadas para nombrarla»
Merece una mención especial la traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda, que han hecho una labor magnífica para lograr una adaptación, no siempre sencilla, del italiano original al español; así como el esmero que ha tenido Taurus en su publicación.
Siempre digo que un buen libro es el mejor amigo de un marino (o de cualquier otra persona solitaria), y que para aprender acerca de algo, hay que rodearse de personas que destilen pasión por lo que hacen. Bien, pues éste es el caso. Un magnífico libro que rebosa de pasión en cada página. Una de mis lecturas favoritas sin duda de este 2021 que termina.
Igual que otros nos dedicamos a sumergirnos en la infinidad de los mares y los cielos, a la autora le gusta sumergirse en los dominios, no menos infinitos, de las palabras, la cultura y sus orígenes. Y no deja de ser un placer que nos lleve de la mano a bucear con ella.
No dejen de leerlo.
¡Brava!
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